Carme, una mujer de Barcelona, celebraba en verano su cumpleaños. Preparó una fiesta a la que invitó a numerosas amigas y amigos.
Las amistades se organizaron para comprarle un regalo y se formó el típico grupo de Whatsapp: quién participa, qué le regalamos, cuánto aportamos, quién se encarga de comprarlo, qué ponemos en la tarjeta, etc, etc.
Y en medio de esta discusión, Carme, que se maliciaba lo que se tramaba a sus espaldas, envió este mensaje: “por favor, os ruego que no traigáis regalo; mi regalo es que vengáis”.
Lógicamente, no se podía ignorar la petición; y la idea surgió casi como un acto reflejo: “¿por qué no ingresamos el importe del regalo en una ONG?”.
A todo el mundo le pareció una excelente idea; y alguna de las amigas más cercanas de Carme recordó la preocupación que ella tiene por la situación de las mujeres desfavorecidas. Sí o sí, la donación tenía que ir a una entidad con proyectos dedicados a la ayuda a mujeres en situación precaria.
Se eligió a Medicus Mundi Mediterrània, que tiene programas específicos para la mujer en diversas zonas del planeta. Por ejemplo, atiende a víctimas de violencia de género en Ecuador, da asistencia sanitaria a las jóvenes madres que huyen de la guerrilla islamista del norte de Mozambique; o presta ayuda social, psicológica y laboral a las mujeres del este de Ucrania que se han instalado en la capital Kyiv tras la invasión rusa.
Una idea sencilla y eficaz. Se hizo el ingreso en la cuenta de la entidad y la entidad envió una carta de agradecimiento que la propia Carme leyó con emoción durante la fiesta de cumpleaños.
Cada día aumentan las personas que consideran que no necesitan poseer más cosas; personas que piensan que los regalos de las fiestas contribuyen a un consumismo del que reniegan. Entregar el importe a organizaciones solidarias es más agradecido que comprar un objeto; tanto para quien hace el regalo como para quien lo recibe.
Gracias a Carme por su desprendimiento. Y a sus amigos y amigas por su generosidad.
Luis Delgado
Medicus Mundi Mediterrània